lunes, 28 de noviembre de 2011

Bienaventuranzas para la felicidad

Alicia Godina Carrillo nos recuerda la leyenda de un hombre que oyó decir que la felicidad era un tesoro. A partir de aquel instante comenzó a buscarla. Prime­ro se aventuró por el placer y por todo lo sensual, luego por el poder y la riqueza, después por la fama y la gloria, y así fue reco­rriendo el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del traba­jo, del ocio y de todo cuanto es­taba al alcance de su mano.

En un recodo del camino vio un letrero que decía: "Le quedan dos meses de vida." Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida, sin haber logrado encontrar la felicidad, se di]o: "Estos dos meses los dedi­caré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y de vida, con las personas que me rodean".

Y aquel buscador infatigable de la felicidad, sólo al final de sus días encontró que, dentro de sí mismo, en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que dedicaba a los demás, en la renuncia que hacía de sí mis­mo por servir, estaba el tesoro que tanto había deseado. Com­prendió que para ser feliz se ne­cesita amar; aceptar la vida como viene; disfrutar de lo pequeño y de lo grande; conocerse a sí mis­mo y aceptarse como uno es; sentirse querido y valorado, pero también querer y valorar; tener razones para vivir y esperar, y también razones para morir y descansar.

Comprendió que la felicidad consiste en hacer algo que merezca la pena con la propia vida: algo grande y positivo. Un buen lema para alcanzar la felicidad podría ser. luchar por aspirar a lo excelente. Pretender lo mejor. Buscar valores que le den calidad a la vida, en medio de una socie­dad repleta de avances científicos y tecnológi­cos pero que en lo humano se va deteriorando ca­da vez más.

Entendió que la felicidad brota en el corazón, con el rocío del cariño, la ternura y la compren­sión. Que son instantes y momentos de pleni­tud y bienestar; que la felicidad es­tá unida y ligada a la forma de ver a la gente y de relacionarse con ella; que siempre está de salida y que para tenerla hay que gozar de paz interior. Finalmente descubrió que sólo Dios es la fuente suprema de la alegría, por ser Dios amor, bondad, reconciliación, perdón y donación total.

Y en su mente recordó aquella sentencia que dice: "¡Cuánto gozamos con lo poco que tenemos, y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos!" Por ello, sería conveniente que empezáramos a tomar en se­rio algunas de las Bienaven­turanzas que nos propone Alicia Godina:

·     Felices los que saben reír­se de sí mis­mos, porque nunca termi­narán de divertirse.

·    Felices los que saben escuchar y callar, porque aprenderán cosas nuevas.

·    Felices los que están atentos a las necesidades de los demás sin sentirse indispensables, porque serán portadores de alegría.

·    Felices los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desprecio, porque su camino estará lleno de sol.

·    Felices los que son capaces de interpretar con benevolencia las actitudes de los demás, porque conocen el valor de la caridad.

·    Felices los que saben reconocer al Señor en todo lo que en­cuentran, porque habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.

Antonio Pérez Esclarín /Profesor / Filósofo

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